Darse cuenta de aquello la había sumido en una profunda
tristeza de la que sabía bien que no lograría salir… se conocía a la perfección a sí misma, y
aunque muchos dijeran que ella tenía todo lo que podía desear en la vida, había
perdido su única razón de existir.
Su posición en el trabajo le permitía acceder a prácticamente la totalidad de las sustancias que pueden encontrarse en un hospital. Con una sonrisa de resignación, se permitió el lujo de alabarse a sí misma por una breve fracción de segundo... no todo el mundo soporta una carrera como la suya. Gracias a eso, ahora podía hacer que su corazón dejara de latir sin dolor... ni temor.
Al llegar a casa, se encerró en el baño. Cuando salió, parecía volver a ser la princesa que creía haber sido para él. Lo único que había dejado sin maquillar eran sus ojos, más pequeños de lo que parecían con el eyeliner... sabía que a él le gustaban así. Se desnudó, y sacó con cariño el vestido blanco del día más feliz de su vida. Aguantó las lágrimas al comprobar que seguía quedándole tan bien como hacía siete años.
Fue entonces cuando se tumbó sobre la cama. 'Muere joven y deja un cuerpo bonito', se repitió a sí misma, con una amarga sonrisa que luchaba por quedarse entre las comisuras de sus labios pintados de rosa.
Un par de cajas vacías y una carta sellada con carmín
llenaban sus tristes manos antes de sumirse en un profundo sueño del que jamás
despertaría. Lo había preparado todo para que aquello que había logrado reunir en los escasos años que había trabajado fueran para
él, y eso había escrito dentro del sobre cerrado con sus labios. Eso… y que
viajara.
Que viajara a Egipto y a la India, no importaba cuándo ni
con quién.
Su último pensamiento fue para él, soñando con un futuro que
nunca llegaría, al son de my inmortal.
Te amo.